miércoles, 4 de noviembre de 2015

Nuevo taller de escritura creativa



CREACIONES DE LOS ALUMNOS


ACTIVIDAD 1. Dado un inicio, continuar la historia.


Es de madrugada.
En el ático, la vecina se deja mecer, anclada a su butaca, por las imágenes del televisor.
El volumen del noticiario se cuela entre las persianas de los pisos.
Un perro aúlla a la oscuridad.
Ha sido el primero en ventear a la muerte.
-¡Bah!, así no me gusta André. Si lo que quieres es escribir una tragedia hazla más original y dinámica, además parece que se le ha ocurrido a otro.
-Pues a todos les ha gustado mucho, y ni si quiera me has dejado seguir.
-Entonces, ¿para qué me preguntas, si te importa más la opinión de otros?- dijo Daniela cruzándose de brazos.
No dejaba de asombrarme su capacidad para dejarme sin palabras. Realmente la opinión que más importaba era la suya, había escrito la historia para sorprenderla. A ella le encantaba leer y era muy inteligente, y con esto sólo pretendía ponerme a su altura o que leyese algo mío.
Sus ojos verdes destilaban desafío. Muchas  han sido las veces en las que he pensado qué podría cruzársele por la cabeza, pero no era alguien muy transparente. Ella sola era un misterio.
-Está bien Daniela- cerré la libreta.
-¿Vas a volverlo a intentar?- dijo colocándose la negra trenza.
La pregunta me pilló desprevenido.
-Te propongo algo, una especie de trato. Tú escribes sobre algo de lo que todavía no se haya hablado en algún libro y yo te contaré mi historia favorita- alzó las cejas esperando mi respuesta.
-De acuerdo, trato hecho- asentí con la cabeza y busqué en su cara algún tipo de gratitud.
Pero no me dedicó ni una simple sonrisa.
Yo me fui de la biblioteca y ella se comportó de forma indiferente, como si nunca hubiésemos tenido esa conversación.
Dejé de leer.
-Pero Gabriel, quiero saber cómo acaba- me dijo Beatriz suplicante.
Como respuesta reí ante su inocencia.

NEREA GONZÁLEZ GALLARDO


Actividad 2. Dado un inicio, continuar la historia.



La primera vez que te vi estabas en la fiesta del cónsul, apoyada en una de las columnas del gran salón de aquel viejo hotel. Me miraste.
¿Pero, cómo iba a saber que al siguiente segundo tú sonreirías sádicamente mientras un grupo de gente te rodeaba y yo era arrastrado por dos guardias? Me dejé llevar puesto que, ¿de qué sirve pelear con la fuerza sabiendo que acabarás igual o peor, pudiendo luchar con astucia?
Aquel sitio era más bonito y más grande de lo que esperaba. De camino a los húmedos sótanos me entretuve contando las puertas.
Al abrir la entrada de que lo que yo esperaba que sería un oscuro infierno, se extendía ante mí una amplia red de celdas, todas iguales y cerradas por fríos barrotes. Nada original, pero me mantenía asombrado.
Se pararon en la número 33 y me lanzaron dentro como a un animal que se dispone a entrar en un matadero.
Después de mi quinta noche en estos calabozos que no deberían existir, empiezo a comprender algunas cosas: no estamos aquí porque hayamos hecho algo malo, sino como próximos reclutas de la guerra que nos acecha,
Comparto cama con dos hombres más. No sé sus nombres, pero me he tomado la libertad de apodarlos, a uno le he llamado Lucas, por un vagabundo que me ayudó en la calle y al que siempre estaré agradecido; y al otro, Marcos, simplemente porque no es común. No voy a describirlos por respeto a su dignidad, pero sí he de decir que están un poco locos. Por las noches pasan largas horas contando anécdotas que, en realidad, nunca les han ocurrido, pero todas y cada una de ellas relacionadas contigo. También idean cómo salir para volver a verte o al tú creado por sus mentes.
Tengo entendido que dentro de dos días pasarás por estos pasillos “no dignos de tu presencia” para mantener vivas las esperanzas y alentar las esperanzas de los que aquí nos hallamos encerrados.
Me han dicho que no puedo hablarte, sólo observarte, por lo tanto he escrito para decirte que quizás nuestros destinos sean inciertos o que la última vez que cerremos los ojos será a manos de algún arma de guerra, pero tú eres un señuelo para atraer gente, una leyenda, el delirio de pueblos y ciudades, y eso mismo te condena. No eres inmortal, ni tu juventud eterna, serás desechada y sustituida por alguien que se te parezca, al igual que tú hiciste la primera vez que pisaste este lugar. Ni eres feliz, ni nadie conoce tu historia, compartes identidad con una lista de chicas.
Y por último, no eres más digna que ninguno aquí presente y perdiste todo resquicio de ella al enviar a tu hermano mellizo al mismo lugar en el que terminó tu padre.

NEREA GONZÁLEZ GALLARDO

La primera vez que te vi estabas en la fiesta del cónsul, apoyada en una de las columnas del gran salón de aquel viejo hotel. Me miraste.
Te miré. Tus ojos se impusieron a los míos y ganaron la batalla. Luego llegó el duelo de las miradas con sonrisas. Era fácil. Con solo ver tu rostro yo seguía sonriendo. No te acercaste a mí, ni yo a ti tampoco. Preferimos seguir jugando. Era un simple guardia, y tú, la hija del cónsul. Ese pensamiento me entristeció bastante. Sabía que no tenía ninguna posibilidad contigo; sin embargo, en ese momento pensé que valía la pena luchar por lo que se desea tener. Eras tan hermosa... Siempre pensando en tu sonrisa, tu pelo castaño y liso, tus ojos verdosos... es lo único que deseo ver cada día. 
Y aquí estamos hoy, juntos. Salí victorioso en mi lucha y puedo presumir de tener en  mi vida a la chica más bella.

ADRIÁN RAMOS