CREACIONES DE LOS ALUMNOS
ACTIVIDAD 1. Dado un inicio, continuar la historia.
Es de madrugada.
En el ático, la vecina se deja mecer, anclada a su butaca, por las
imágenes del televisor.
El volumen del noticiario se cuela entre las persianas de los pisos.
Un perro aúlla a la oscuridad.
Ha sido el primero en ventear a la muerte.
-¡Bah!, así no me gusta André. Si lo
que quieres es escribir una tragedia hazla más original y dinámica, además parece
que se le ha ocurrido a otro.
-Pues a todos les ha gustado mucho,
y ni si quiera me has dejado seguir.
-Entonces, ¿para qué me preguntas,
si te importa más la opinión de otros?- dijo Daniela cruzándose de brazos.
No dejaba de asombrarme su capacidad
para dejarme sin palabras. Realmente la opinión que más importaba era la suya,
había escrito la historia para sorprenderla. A ella le encantaba leer y era muy
inteligente, y con esto sólo pretendía ponerme a su altura o que leyese algo
mío.
Sus ojos verdes destilaban desafío.
Muchas han sido las veces en las que he
pensado qué podría cruzársele por la cabeza, pero no era alguien muy
transparente. Ella sola era un misterio.
-Está bien Daniela- cerré la
libreta.
-¿Vas a volverlo a intentar?- dijo
colocándose la negra trenza.
La pregunta me pilló desprevenido.
-Te propongo algo, una especie de
trato. Tú escribes sobre algo de lo que todavía no se haya hablado en algún
libro y yo te contaré mi historia favorita- alzó las cejas esperando mi
respuesta.
-De acuerdo, trato hecho- asentí con
la cabeza y busqué en su cara algún tipo de gratitud.
Pero no me dedicó ni una simple
sonrisa.
Yo me fui de la biblioteca y ella se
comportó de forma indiferente, como si nunca hubiésemos tenido esa
conversación.
Dejé de leer.
-Pero Gabriel, quiero saber cómo
acaba- me dijo Beatriz suplicante.
Como respuesta reí ante su
inocencia.
NEREA GONZÁLEZ GALLARDO
Actividad 2. Dado un inicio, continuar la historia.
La primera vez que te vi estabas en la fiesta del cónsul, apoyada en una
de las columnas del gran salón de aquel viejo hotel. Me miraste.
¿Pero, cómo iba a saber que al
siguiente segundo tú sonreirías sádicamente mientras un grupo de gente te
rodeaba y yo era arrastrado por dos guardias? Me dejé llevar puesto que, ¿de
qué sirve pelear con la fuerza sabiendo que acabarás igual o peor, pudiendo
luchar con astucia?
Aquel sitio era más bonito y más grande
de lo que esperaba. De camino a los húmedos sótanos me entretuve contando las
puertas.
Al abrir la entrada de que lo que yo
esperaba que sería un oscuro infierno, se extendía ante mí una amplia red de
celdas, todas iguales y cerradas por fríos barrotes. Nada original, pero me
mantenía asombrado.
Se pararon en la número 33 y me
lanzaron dentro como a un animal que se dispone a entrar en un matadero.
Después de mi quinta noche en estos
calabozos que no deberían existir, empiezo a comprender algunas cosas: no
estamos aquí porque hayamos hecho algo malo, sino como próximos reclutas de la
guerra que nos acecha,
Comparto cama con dos hombres más.
No sé sus nombres, pero me he tomado la libertad de apodarlos, a uno le he
llamado Lucas, por un vagabundo que me ayudó en la calle y al que siempre
estaré agradecido; y al otro, Marcos, simplemente porque no es común. No voy a
describirlos por respeto a su dignidad, pero sí he de decir que están un poco
locos. Por las noches pasan largas horas contando anécdotas que, en realidad,
nunca les han ocurrido, pero todas y cada una de ellas relacionadas contigo.
También idean cómo salir para volver a verte o al tú creado por sus mentes.
Tengo entendido que dentro de dos
días pasarás por estos pasillos “no dignos de tu presencia” para mantener vivas
las esperanzas y alentar las esperanzas de los que aquí nos hallamos
encerrados.
Me han dicho que no puedo hablarte,
sólo observarte, por lo tanto he escrito para decirte que quizás nuestros
destinos sean inciertos o que la última vez que cerremos los ojos será a manos
de algún arma de guerra, pero tú eres un señuelo para atraer gente, una
leyenda, el delirio de pueblos y ciudades, y eso mismo te condena. No eres
inmortal, ni tu juventud eterna, serás desechada y sustituida por alguien que
se te parezca, al igual que tú hiciste la primera vez que pisaste este lugar.
Ni eres feliz, ni nadie conoce tu historia, compartes identidad con una lista
de chicas.
Y por último, no eres más digna que
ninguno aquí presente y perdiste todo resquicio de ella al enviar a tu hermano
mellizo al mismo lugar en el que terminó tu padre.
NEREA GONZÁLEZ GALLARDO
La primera vez que te vi estabas en la fiesta del cónsul, apoyada en una de las columnas del gran salón de aquel viejo hotel. Me miraste.
Te miré. Tus ojos se impusieron a los míos y ganaron la batalla. Luego llegó el duelo de las miradas con sonrisas. Era fácil. Con solo ver tu rostro yo seguía sonriendo. No te acercaste a mí, ni yo a ti tampoco. Preferimos seguir jugando. Era un simple guardia, y tú, la hija del cónsul. Ese pensamiento me entristeció bastante. Sabía que no tenía ninguna posibilidad contigo; sin embargo, en ese momento pensé que valía la pena luchar por lo que se desea tener. Eras tan hermosa... Siempre pensando en tu sonrisa, tu pelo castaño y liso, tus ojos verdosos... es lo único que deseo ver cada día.
Y aquí estamos hoy, juntos. Salí victorioso en mi lucha y puedo presumir de tener en mi vida a la chica más bella.
ADRIÁN RAMOS